Romper el monolito / Breaking the monolith
Cómo liberar el pensamiento de los monolitos ideológicos / How to liberate thought from ideological monoliths
English version below this one
Si vemos algo que nos parece blanco o negro, probablente estamos mirando mal. En general las cosas son de alguna de las infinitas tonalidades de grises, pero las transformamos en blancas o negras por nuestra necesidad de simplificar todo, por nuestra pereza mental para encarar la complejidad. Es peor todavía. Cómo y en qué se convierte un gris muchas veces no depende del gris en sí mismo, sino de la postura ideológica de quien hace esa conversión. Vivimos en un mundo donde la polarización política y la simplificación excesiva de ideas complejas son cada vez más comunes.
En el libro “Armas, gérmenes y acero”, Jared Diamond plantea la idea de que la agricultura avanzó mediante “paquetes”: arroz y soja en China, trigo y lentejas en Medio Oriente, maíz y porotos en Mesoamérica, porque necesitamos combinaciones que tengan tanto hidratos de carbono como proteínas, y ninguna civilización puede sostenerse con una sola de esas cosas. Hasta que no estuvieron ambas, no se pudo pasar a una civilización completamente agrícola. Cierto o no, pasa algo parecido con las ideas: las personas tendemos a agrupar múltiples creencias en paquetes, bajo una única etiqueta ideológica. Si un grupo de ideas incluye A, B y C, si encontramos motivos para creer A, entonces tenemos que creer en B y C, independientemente de sus méritos. Formamos lo que podríamos llamar un "monolito ideológico", una especie de bloque rígido de piedra, que funciona como un monumento a estas ideas agrupadas.
Este fenómeno se manifiesta de diversas maneras en la sociedad. Solo para dar unos ejemplos, en occidente las personas de izquierda suelen respaldar ideas como el apoyo a la comunidad LGBT o la preocupación por el medio ambiente. Las personas de derecha tienden a priorizar el desarrollo económico y tienen ideas socialmente más conservadoras. A veces, estas creencias tienen cierta coherencia interna: si alguien está a favor de la educación pública y gratuita es razonable que también prefiera sistemas impositivos progresivos, que tienen mayor carga en personas de mayores recursos y permiten financiar la educación. Si alguien cree en el libre mercado y en que las personas asignan recursos mejor que los gobiernos, entonces es razonable que esté también a favor de una menor intervención estatal. Más allá de que si son correctas o no, estas ideas son consistentes entre sí.
Pero no siempre hay coherencia interna en las ideas que están en el mismo monolito ideológico. La energía nuclear es considerada una de las fuentes de energía más amigables con el medio ambiente, pero la izquierda en general la rechaza. ¿Por qué? Durante la pandemia de covid-19, en Estados Unidos las divisiones políticas llevaron a respuestas muy diferentes en función de la afiliación política: los republicanos tendieron a rechazar las vacunas y el uso de tapabocas más que los demócratas. ¿Por qué?
El monolito puede ser cómodo y reconfortante. Da un sentido de pertenencia a un grupo, y somos una especie social que necesitamos de nuestros grupos. Vuelve más económico tomar decisiones sobre diversos temas: no sabemos demasiado de algo, no tenemos tiempo, interés o capacidad para ocuparnos de aprender y pensar sobre eso, pero podemos fácilmente tomar como propia la opinión de nuestro grupo de pertenencia. Si estoy a favor del medio ambiente, rechazo la energía nuclear sin pensar en el tema. Si soy republicano, no uso tapabocas. Estos monolitos también promueven la polarización y la refractariedad hacia otras perspectivas. A su vez eso fortalece la integridad de ese monolito, que cada vez se vuelve más rígido y hermético, en un ciclo que se retroalimenta positivamente. Esta tendencia a agrupar ideas no relacionadas bajo un único conjunto puede ser problemática a nivel social. La lealtad al grupo con el que se comparte el monolito puede terminar siendo más fuerte que el pensamiento crítico, racional e independiente.
¿Se puede romper el monolito? ¿Se puede resquebrajar, al menos? A veces ocurren hechos tan extremos que terminan provocando roturas. Esto se hizo particularmente evidente con el ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre. En sectores de la izquierda de muchos países, algunos condenaron las acciones terroristas de Hamás, pero otros justificaron el ataque porque lo vieron como una respuesta esperable ante lo que consideran una ocupación de Gaza por Israel. El monolito de la izquierda pareció resquebrajarse ante este hecho. Algo similar se produjo en la derecha. En Estados Unidos, el comentarista conservador Ben Shapiro, que es judío, se posicionó públicamente a favor de Israel tras el ataque de Hamás. Muchos de sus seguidores son profundamente cristianos y, de pronto, se indignaron con Shapiro porque “odiaba” a Jesús. Shapiro siempre dijo que no era cristiano, pero eso no resultó un problema para muchos de sus seguidores hasta sus opiniones sobre el ataque de Hamás.
La presión para mantener una posición explícita y categórica en temas complejos se intensifica en el actual ecosistema de las redes sociales. Cada monolito exige posicionamientos claros y públicos, y cualquier desviación de la norma se castiga rápidamente. Esto no solo afecta a figuras públicas o políticos, sino a cualquiera, incluidos artistas o científicos que, ante hechos como este tienden a manifestarse rápidamente de uno u otro “bando”en sus perfiles de redes sociales.
Solo a modo de ejemplo, veamos esto. Greta Thunberg, activista en temas ambientales, posteó su apoyo a Gaza. ¿Hay acaso un vínculo evidente entre las dos causas? Seguramente podríamos encontrar algún hilo conductor, pero también lo podríamos encontrar con un hipotético apoyo a Israel. ¿Qué siente ante esto un joven preocupado por el cambio climático, para quien Greta es una referente, pero que apoya a Israel en este tema? Por otro lado, ¿en qué ayuda a la causa climática generar este monolito?
Para quien está en un monolito, romperlo es extremadamente difícil, por dos grandes motivos. El primero es que para la persona es muy difícil “salir del closet” con una postura que no concuerda con la del grupo o la de los referentes de ese grupo. No se trata solo de ideas o de hechos, sino de identidades, y perder lo que consideramos nuestra identidad da mucha inseguridad. Esto se manifiesta en la práctica como autocensura y evitar hablar de algunos temas. El problema de la autocensura no se limita solo a lo que se omite en la comunicación, sino que posiblemente acarrea también la pérdida progresiva de la capacidad de pensar sobre temas complejos.
El segundo motivo es que la penalización que el grupo ejerce sobre los disidentes suele ser mayor incluso que la que se aplica a aquellos que no pertenecen al grupo. La “oveja descarriada” propia, que se atreve a sostener una postura diferente, es una traidora a la que hay que señalar y castigar, porque lo más importante es conservar la unidad de la tribu, advertir a los demás integrantes del grupo que eso no está permitido. El grupo protege y acompaña, pero a cambio exige lealtad inamovible. Por esto, romper el monolito puede ser costoso a muchos niveles, tanto prácticos como emocionales.
El monolito ideológico, como una secta, busca que las personas corten lazos con el exterior y con la posibilidad de cambiar de opinión en alguno de los temas que lo componen, marca constantemente y de manera dogmática lo que considera “bueno” y “malo”, y exige lealtad total. Es una trampa que puede resultar cada vez más difícil de abandonar.
Sin embargo, hay caminos de salida. En estos días hubo varios ejemplos de personas que pudieron romper esos monolitos homogéneos, que pudieron navegar algún que otro matiz con relativo éxito. Muchos de estos son personas cuyas posiciones de poder les exigen que se expresen de cierta forma, como lo que hizo António Guterres, actual Secretario General de la ONU:
Debido a ese mismo poder, estas personas no pueden ser realmente excluidas de un grupo por lo que dicen. Pero otros son personas “comunes”. Algunos que apoyan la causa palestina o son musulmanes, condenaron el terrorismo de Hamás.
Si se está dentro de un monolito, se puede comenzar por reconocer que quizás no todo es blanco o negro. A veces hay dicotomías claras, pero otras se trata de falsas dicotomías, y es importante encontrar la diferencia. Este enfoque permite mantener una mente abierta y adaptarse a realidades y contextos complejos y en constante cambio. La rigidez de los monolitos es, en ese contexto, un obstáculo. A pesar de la incertidumbre, tristeza y miedo que pueda generar, creo que es importante revisar nuestros monolitos y ver si necesitamos romperlos en alguna dimensión. Si vemos a alguien tratando de romper su monolito, en vez de burlarnos o disfrutar de esa incomodidad ajena (lo que los alemanes llaman Schadenfreude), podemos reconocer que se trata de algo que requiere de mucha valentía, y entonces podemos tratar de ayudar y acompañar. Romper el monolito no es más que una manera de estar mejor preparados, como individuos y como sociedad, para lidiar con las complejidades de la vida. Se trata de permitir y celebrar la diversidad de pensamiento y la apertura hacia diferentes perspectivas.
Es cierto que sería ideal que no existieran los monolitos ideológicos, y que las personas pudieran formar sus opiniones de manera independiente y razonada. Pero, dado que existen, tenemos dos opciones: protegerlos y mantenerlos intactos, o romperlos, si es necesario. De las dos, la opción más flexible, adaptable y genuina es romperlos. Esto nos permite tomar decisiones basadas en evidencia, considerar cada tema por separado y ser más racionales en nuestras opiniones.
Romper el monolito no es fácil, pero es esencial para construir una sociedad más razonable y comprensiva. Requiere valentía, humildad y la disposición de enfrentar la incomodidad que muchas veces acompaña a la divergencia de opiniones. Al hacerlo, no solo contribuimos a un diálogo más saludable, sino que también nos liberamos de las limitaciones de la polarización y nos convertimos en personas más críticas y flexibles.
¿Algo para comentar, corregir o agregar? ¿Qué no estoy viendo? Las ideas nuevas y el desacuerdo argumentado y respetuoso son bienvenidos.
English version
If we see something as black or white, we are probably looking at it wrong. In general, things are one of the infinite shades of gray, but we transform them into black or white because of our need to simplify everything, because of our mental laziness to face complexity. It is even worse. How and what a gray becomes often does not depend on the gray itself, but on the ideological stance of the person making the conversion. We live in a world where political polarization and oversimplification of complex ideas are increasingly common.
In the book “Guns, Germs and Steel”, Jared Diamond puts forward the idea that agriculture advanced through "packages": rice and soybeans in China, wheat and lentils in the Middle East, corn and beans in Mesoamerica, because we need combinations that have both carbohydrates and protein, and no civilization can sustain itself on just one of those things. Until you had both, you couldn't move to a fully agricultural civilization. True or not, something similar happens with ideas: people tend to group multiple beliefs into bundles, under a single ideological label. If a bundle of ideas includes A, B, and C, if we find reasons to believe A, then we have to believe B and C, regardless of their merits. We form what we might call an "ideological monolith," a kind of rigid block of stone, which functions as a monument to these clustered ideas.
This phenomenon manifests itself in various ways in society. Just to give a few examples, in the West people on the left tend to endorse ideas such as support for the LGBT community or concern for the environment. People on the right tend to prioritize economic development and have more socially conservative ideas. Sometimes these beliefs have some internal consistency: if someone is in favor of free public education, it is reasonable that they also prefer progressive tax systems, which have a greater burden on wealthier people and make it possible to finance education. If someone believes in the free market and that people allocate resources better than governments, then it is reasonable that they also favor less state intervention. Regardless of whether they are correct or not, these ideas are consistent with each other.
But there is not always internal consistency in ideas that are in the same ideological monolith. Nuclear energy is considered one of the most environmentally friendly energy sources, but the left generally rejects it. Why? During the covid-19 pandemic, political divisions in the United States led to very different responses based on political affiliation: Republicans tended to reject vaccines and the use of face masks more than Democrats. Why?
The monolith can be comfortable and comforting. It gives a sense of belonging to a group, and we are a social species that needs our groups. It makes it more economical to make decisions on various issues: we don't know much about something, we don't have the time, interest or ability to learn and think about it, but we can easily take the opinion of our in-group as our own. If I am pro-environment, I reject nuclear power without thinking about the issue. If I'm a Republican, I don't wear a face mask. These monoliths also promote polarization and refractoriness towards other perspectives. This in turn strengthens the integrity of that monolith, which becomes increasingly rigid and hermetic, in a cycle that feeds back positively. This tendency to group unrelated ideas under a single set can be problematic at the social level. Loyalty to the group with which the monolith is shared can end up being stronger than critical, rational and independent thinking.
Can the monolith be broken, or at least cracked? Sometimes events occur that are so extreme that they end up causing rupture. This was particularly evident with the Hamas terrorist attack on October 7. In sectors of the left in many countries, some condemned Hamas's terrorist actions, but others justified the attack because they saw it as an expected response to what they consider an Israeli occupation of Gaza. The monolith of the left seemed to crack in the face of this event. Something similar occurred on the right. In the United States, conservative commentator Ben Shapiro, who is Jewish, publicly took a pro-Israel position in the wake of the Hamas attack. Many of his followers are deeply Christian and suddenly became outraged with Shapiro because he "hated" Jesus. Shapiro always said he was not a Christian, but that did not prove to be a problem for many of his followers until his views on the Hamas attack.
The pressure to maintain an explicit and categorical position on complex issues is intensifying in today's social media ecosystem. Every monolith demands clear and public positions, and any deviation from the norm is quickly punished. This not only affects public figures or politicians, but anyone, including artists or scientists who, in the face of events like this, tend to quickly express themselves on one side or the other on their social media profiles.
Just as an example, let's look at this. Greta Thunberg, an environmental activist, posted her support for Gaza. Is there an obvious link between the two causes? Surely we could find some common thread, but we could also find it with a hypothetical support for Israel. How does a young person concerned about climate change, for whom Greta is a reference, but who supports Israel on this issue, feel about this? On the other hand, how does it help the climate cause to generate this monolith?
For those who are on a monolith, breaking it is extremely difficult, for two main reasons. The first is that it is very difficult for the person to "come out of the closet" with a position that does not agree with that of the group or that of the referents of that group. It is not only about ideas or facts, but also about identities, and losing what we consider our identity is very hard for us. This manifests itself in practice as self-censorship and avoidance of talking about certain topics. The problem of self-censorship is not only limited to what is omitted in communication, but possibly also entails the progressive loss of the ability to think about complex issues.
The second reason is that the group's penalization of dissidents is often even greater than that applied to those who do not belong to the group. One's own "stray sheep" who dares to hold a different position is a traitor who must be singled out and punished, because the most important thing is to preserve the unity of the tribe, to warn the other members of the group that this is not allowed. The group protects and accompanies, but in return demands unshakable loyalty. For this reason, breaking the monolith can be costly on many levels, both practical and emotional.
The ideological monolith, like a sect, seeks to make people cut ties with the outside world and with the possibility of changing their mind on any of the issues that compose it, constantly and dogmatically marks what it considers "good" and "evil", and demands total loyalty. It is a trap that can be increasingly difficult to leave.
However, there are ways out. In recent days there were several examples of people who were able to break through these homogeneous monoliths, who were able to navigate the occasional nuance with relative success. Many of these are people whose positions of power require them to express themselves in certain ways, such as what António Guterres, the current UN Secretary General, did:
Because of that same power, these people cannot really be excluded from a group because of what they say. But others are "ordinary" people. Some who support the Palestinian cause or are Muslim, condemned Hamas terrorism.
If one is inside a monolith, one can begin by recognizing that perhaps not everything is black and white. Sometimes there are clear dichotomies, but sometimes they are false dichotomies, and it is important to spot the difference. This approach allows one to keep an open mind and adapt to complex and constantly changing realities and contexts. The rigidity of monoliths is, in this context, an obstacle. Despite the uncertainty, sadness and fear it may generate, I think it is important to review our monoliths and see if we need to break them in some dimension. If we see someone trying to break their monolith, instead of mocking or enjoying that discomfort (what the Germans call Schadenfreude), we can recognize that this is something that requires a lot of courage, and then we can try to help and accompany. Breaking the monolith is nothing more than a way to be better prepared, as individuals and as a society, to deal with the complexities of life. It is about allowing and celebrating diversity of thought and openness to different perspectives.
Admittedly, it would be ideal if ideological monoliths did not exist, and people could form their opinions in an independent and reasoned manner. But, given that they exist, we have two options: to protect them and keep them intact, or to break them, if necessary. Of the two, the more flexible, adaptable and genuine option is to break them. This allows us to make evidence-based decisions, to consider each issue separately, and to be more rational in our opinions.
Breaking the monolith is not easy, but it is essential to building a more reasonable and understanding society. It requires courage, humility and a willingness to face the discomfort that often accompanies divergent opinions. In doing so, we not only contribute to a healthier dialogue, but also free ourselves from the constraints of polarization and become more critical and flexible.
Anything to comment, correct or add? What am I not seeing? New ideas and reasoned, respectful disagreement are welcome.
Tengo la idea de que la forma de plantear una idea importa el sentido sobre el cual se propone pensar. Me explico, al contextualizar una idea, quién expone, tiene el poder sobre quién atiende. Pues hay una condición o más.
En ese sentido, comento sobre tu posición. El conflicto lo veo entre la comodidad individual y la incertidumbre que conlleva la novedad. Es decir, siempre es más comodo lo ya conocido porque se percibe "conquistado" que la incertidumbre de lo desconocido, pues implica riesgos. Romper esos monolitos propone incomodidad, incertidumbre e inseguridad. Esas tres características no son bien vistas en los macrosistemas sociales.
En México hay un dicho: más vale malo conocido que bueno por conocer. Así, en temas aparentemente banales, la gente sigue pagando boletos de alto precio para corear canciones que cantan "artistas" que tienen más de dos o tres decadas haciendo pequeñas fortunas -con las mismas cancionee- que se apilan ante la comodidad de los espectadores y el beneplacido de toda la maquinaria que se aceita con esas costumbres de consumo.
Si hay una cesión de la voluntad y de la capacidad de pensar es, en mí opinión, la causa del efecto. Quién no sabe a dónde va, ya llegó.